Por: Gonzalo Silva Infante
El trabajo infantil se ha convertido en algo tan cotidiano en nuestra ciudad que ya lo vemos como algo normal y no se hace una reflexión acerca de la realidad que los niños tienen que atravesar para poder obtener algún beneficio económico. Algunos lo hacen para poder ayudar en la canasta familiar; otros, para obtener una independencia que los aleje de los problemas familiares, pero que los atraiga, casi inevitablemente, a un mundo más duro, el de las drogas y el de la calle
En muchas de las esquinas de Lima, como en muchas otras de Latinoamérica, es muy común encontrarse con un niño que se detiene a limpiar las lunas de algún carro, otros ofreciendo productos golosinarios, otros simplemente pidiendo diez céntimos para poder comprar un pan.
La realidad de los niños trabajadores es inminente en esta sociedad y es algo que muchos de nosotros ignoramos. Que un ciudadano, que tiene que llegar a tiempo al trabajo para que no lo despidan, porque el trabajo no sobra en este país, es, aunque no debiera, entendible, pero que el Estado, que tiene que velar por el bienestar de sus ciudadanos no lo haga, eso sí que no debe pasar inadvertido.
En el Perú existe una ley que vela por el trabajo de las mujeres y de los menores. Esta ley está dada desde 1918. Por su parte, en el Código Civil de nuestro país está explícito que los niños cronológicamente llegan hasta 12 años, y que desde esta edad hasta los 18 son adolescentes. Dice que estas personas, al ser consideradas menores, no pueden ni deben trabajar bajo ninguna circunstancia. En el caso de los adolescentes, estos pueden trabajar, pero en actividades que no atenten contra su seguridad. Así es que considera ciertos trabajos como peligrosos y que puedan ser nocivos para su salud, y desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.
El abogado especialista en Derecho Laboral, Javier Neves, dice que los considerados adolescentes pueden trabajar, pero aprendiendo oficios de sus padres o algún familiar cercano. "Que aprendan el oficio de la carpintería, por ejemplo, no es prohibido, pero siempre fuera de su horario de clases, que es algo que se siempre se tiene que respetar. Evidentemente el beneficio económico no es directo para estos niños, sino que se da por el hecho de generar mayor capital humano para la familia y que esta, en su conjunto, se pueda beneficiar del trabajo ejecutado por el aprendiz".
Sin embargo, nuestra realidad socio-económica no permite que estas leyes se cumplan, muy aparte de que no existan entes reguladores que tengan entre sus prioridades el trabajo de menores, por el hecho de que este sea ilegal. Si una empresa contrata a algún menor, el Ministerio del Trabajo los censuraría, pero si estos niños salen a trabajar a las calles –algunos con trajes de escolar incluso- a quién se le puede "clausurar el local" o "quitar la licencia".
Hace tres décadas, aproximadamente, se empezó a dar la necesidad de que las mujeres salgan a trabajar, pues el dinero que el hombre de la casa traía ya no era suficiente. Esto trajo consecuencias positivas: Se empezó a dar una igualdad entre hombres y mujeres, y estas empezaron a gozar de mayor independencia. Con el paso del tiempo y con la necesidad de obtener más dinero para las arcas familiares se pensó que los niños también podrían salir a trabajar en busca de un mayor ingreso económico. Las consecuencias, evidentemente, no han sido positivas. La deserción escolar y la entrada al mundo de las drogas y el alcohol han sido las principales consecuencias del ingreso al mundo laboral por parte de los menores.
Estos casos se dan porque los niños, al contar con su propio dinero, empiezan a gozar de una independencia que no tenían antes. Se dan cuenta de que pueden valerse por sí mismos y de que más producen estando fuera de las aulas que dentro de estas. Están los casos, también, de padres que mandan a sus hijos a trabajar por el simple hecho de explotarlos. Son estos los más propensos a caer en el mundo de las drogas, probablemente por la destruida concepción de lo que puede ser un hogar.
SUPUESTAS MEDIDAS PARA ERRADICAR EL TRABAJO INFANTIL
La OIT está en permanente búsqueda de esta realidad, que nos dice que de cada cuatro niños en el Perú, uno de ellos tiene la necesidad de trabajar para ayudar en la economía familiar. El objetivo del programa que ha creado la OIT es que se llegue a la abolición efectiva del trabajo de los niños, pero, ¿cómo se podría lograr esto?
Una medida es la elevación progresiva de la edad mínima para poder trabajar. Se ha puesto como base los 14 años; es decir, a partir de esta edad los niños pueden acceder a puestos de trabajo, siempre, claro está, en espacios en los que no se ponga en riesgo su seguridad en ninguno de los aspectos. Se piensa que poco a poco se puede ir aumentando la edad mínima para acceder al trabajo, pero está claro que la situación no se puede resolver de una manera tan sencilla.
Las situaciones contra las que trata de luchar la OIT son las condiciones en las que se ven involucrados los niños al momento de salir a trabajar: remuneración de solo el 15 al 30% en el mejor de los casos con respecto al sueldo mínimo; es decir, de 60 a 120 soles como máximos por jornadas laborales que van de 10 a 15 horas diarias, además de los mencionados riesgos a los que se ven expuestos al tener que salir a trabajar.
Por otro lado, según Ana Rosa Velásquez, presidenta del Comité para la Prevención y Erradicación del Trabajo Juvenil, la lucha contra el trabajo infantil está dando resultados en el Perú gracias a la creación del Plan Nacional de Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil, aprobado en 2005.
LOS PROTAGONISTAS
Son más de dos millones los jóvenes que tienen que trabajar y de este total el 61% tiene entre 6 y 13 años; es decir, están en la edad en la que, según la lay, no tienen, bajo ninguna circunstancia, porqué trabajar.
Pero estos niños son concientes de que no pueden dejar de trabajar pues, en muchos casos, familias enteras dependen de su trabajo. Saben, además, que el Estado no está realizando las labores adecuadas para una mejora. No buscan, los niños, que se erradique el trabajo infantil, pero sí que se les brinde las condiciones idóneas para que su esfuerzo tenga una mejor recompensa.
Pedro Mendoza tiene nueve años y trabaja en Miraflores. En las mañanas va al colegio y luego se para en las esquinas de dicho distrito, junto con otros niños, para ofrecerle servicio de limpieza a las lunas de los autos que por ahí se detienen. "Yo trabajo porque el trabajo de mi mamá no alcanza. Con lo que gano ayudo en mi casa y me puedo comprar mi ropa". Pedro también cuenta que desde febrero de este año a los niños que trabajan en Miraflores los querían sacar de sus lugares. "Nos botaban, nos decían que no estemos ahí. El Serenazgo y la Policía nos sacaban". Este no es otro que el plan del Gobierno para erradicar el trabajo infantil a causa de las cumbres que se han dado en nuestra capital. Se buscaba darle una mejor imagen a la ciudad, libre de niños que se acercan a mendigar.
John Casavilca es un vendedor ambulante. Su lugar es la avenida Abancay. Él ya tiene 25 años y hace no muchos también fue un niño trabajador. Conoce la realidad desde adentro y desde esta perspectiva cuenta la situación de los niños trabajadores. "Algunos de esos niños trabajan porque realmente tiene que ayudar en sus casas. Muchos de ellos tienen a sus padres trabajando acá también. Pero existe lo otro también: esos chicos que no tienen casa, que realmente viven en las calles. Muchos de ellos han abandonado sus casas por malos tratos, porque sus padres son alcohólicos o porque los explotaban. Acá empezaron a tener algo de dinero y he visto a muchos chicos que se empezaron a juntar con malas personas y ahora están metidos en drogas, en alcohol. Varios de mis amigos de niño están así, y va a seguir pasando. A Dios gracias yo sí estoy saliendo adelante, pero no deja de ser duro".
LA AYUDA CONCRETA: ANAHÍ CAMERO Y SU ASOCIACIÓN NIÑOS DEL RÍO
La Asociación Niños del Río nació hace aproximadamente 8 años. Anahí Camero, una de las encargadas de este proyecto, aclara que su trabajo está diametralmente opuesto al asistencialismo, que esta situación es lo que permite que los niños sigan estando en las calles y no busquen estudiar.
La asociación se financia con ayuda privada, principalmente de entidades francesas, pero no cuenta con ningún tipo de ayuda del Estado. "A veces se organizan reuniones entre grupos de este tipo. Van ONGs y otras entidades privadas. Es organizado por el Ministerio de la Mujer, pero en esos debates se ve una lucha de egos. Todos buscan mostrar lo que han hecho mas no plantean soluciones concretas. Al final todos se terminan peleando y no se llega a nada". La lucha de egos se da porque al obtener mejores resultados ese grupo se perfila como el principal candidato a los beneficios que se les podría dar para continuar con sus labores.
El trabajo de voluntariado que realiza Asociación Niños del Río es promover el entretenimiento de los niños, que es uno de sus principales derechos, el de la recreación y que muchos no tienen, justamente, por tener que trabajar. Así, ellos llegan a sus lugares de trabajo con pelotas, juegos de mesa y mediante el entretenimiento buscan acercarse a ellos y conversar, que es mucho de lo que ellos necesitan.
"Al principio es difícil acercarse. Ven que otras instituciones les dan muchas cosas y que nosotros no les ofrecemos comida ni dinero. Le decimos que si quieren plata, pues que busquen los medios y que para eso tienen que trabajar. Nosotros no estamos en contra del trabajo infantil, pero sí apoyamos y promovemos un trabajo justo, con el control de una cantidad de horas determinadas porque es cuando más tiempo están fuera de sus casas que se corre más riegos de caer en vicios", cuenta Anahí a propósito de su trabajo de voluntariado.
Se acercan épocas de navidad, las calles se empiezan a llenar de persona apuradas en busca del regalo perfecto y, con ellos, los niños de la calle encuentran el mejor momento del año: época de chocolatadas, de mejores propias, de solidaridad, de ese espíritu navideño, que es de los niños y que los de la calle saben aprovecharlo. "La época de navidad nos derrumba todo el trabajo. Nosotros buscamos que estos niños entren a las casas del INABIF, muchos de ellos aceptan, pero cuando es navidad se escapan de las casas porque saben que afuera la pasan menor que estando adentro".
La situación de los niños trabajadores es una realidad palpable a la que muchos no le hacen caso. A pesar de los progresos en la macroeconomía, la cantidad de menores en las calles que trabajan, que se drogan, que dejan el colegio, que dejan de pensar en su futuro es alarmante. Más preocupante aun es la poca iniciativa del Estado que solo se ha dedicado a firmar tratados, entre ellos el TLC (que tiene como requisito la no explotación de los niños, que estos no tengan que trabajar, de ahí esa idea de ‘limpiarle’ la cara a la ciudad para la época de las cumbres), que promueven la abolición del trabajo de los menores, pero más allá de eso no se ha tomado acciones concretas.
El marco legal no se respeta, lamentablemente. Sin embargo, sí existen entidades, siempre privadas y financiadas por otras empresas (extranjeras) que buscan un cambio. Ojalá sigan en aumento en una relación inversamente proporcional al trabajo de los niños y jóvenes del Perú.