lunes, 12 de octubre de 2009

Los antecedentes de Eva Bracamonte

All about Eve



Por: Gonzalo Silva Infante


Se ha hecho conocido como el Caso Feffer. Eva Bracamonte ya está en el penal de Santa Mónica y su historia de excentricidades no abarcan solo haberle dado la mitad de la empresa a su (ex) pareja Liliana Castro Manarelli, sino algunos datos menores de su paso por alguna universidad católica.


La camioneta color verde bonito, modelo Rav4 está en el estacionamiento de una universidad privada. No se mueve desde hace ya varios días porque su jineta está muy lejos, hacia el sur, en Chorrillos. No se mueve porque la camioneta está encadenada, literalmente, en las llantas traseras. Es una cadena nueva, es un candado nuevo, especialmente comprados para ese día, en el que a Eva Bracamonte Feffer la llevarían a Santa Mónica.


Han pasado 4 años desde que ingresó a la universidad y ese mismo año, en el 2005, fue expulsada de manera temporal por un primer arrebato de intolerancia: destruir los carteles de propaganda política de un grupo llamado “Nuevas Voces”, que se postulaba al Centro Federado de su facultad.


El caso no tardó 3 años en dictar una sentencia preliminar, como sí el del asesinato de su madre, en el que ella se perfila como la principal implicada y por ello ronda por la sala de prevención del penal de mujeres de Lima. Pasaron solo unas semanas, en las que investigaron a otros presuntos implicados de este acto de vandalismo. Pero la muy astuta Eva, al ser encontrada a altas horas de la noche dando vueltas por la facultad y preguntársele su código de alumna, dio uno arbitrariamente, por lo que un cachimbo fue citado al decanato, cosa que no pasó a mayores al demostrarse la inculpabilidad de este, y Eva fue hallada culpable. Expulsada, entonces.


Ya fuera de la universidad mandó un mail a toda la facultad en la que explicaba sus razones: que ya estaba cansada de tanta publicidad para obtener un puesto político dentro de la facultad, que era desesperante encontrarse con el símbolo de la agrupación política no solo en sus carteles, sino en las bandejas de las cafeterías e incluso en las puertas de los baños personales.


Pagó condena y luego regresó a la universidad. Otra vez volvía a hacer noticia mediática, pero esta vez el escándalo rebasaba los límites de su facultad, de su universidad. Ahora todo el Perú estaba enterado de que habían asesinado a una empresaria judía que, desde luego, tenía mucho dinero. Y la asesina, se decía, podría ser su propia hija, Eva, la misma que cortó esos paneles de propaganda política que tanto detestaba.


Los tres años de vacío mediático fueron muy bien aprovechados por Bracamonte y su compinche de entonces y de ahora, Liliana Castro Manarelli.


¿De qué disfrutaron? ¿Qué pasó en estos tres años? Casa grande, muy grande, para las dos; chau Ariel, mi hermano, le dijo adiós; mi papá en Trujillo, que se quede ahí, tranquilo, con sus hoteles, mis 18 años y yo somos felices y a vivir la vida loca, que me corresponde por tener plata y toda la libertad del mundo.


Pero no hay mal (ni bien) que dure cien años, ni cuerpo (ni suerte) que lo aguante, así que se acabó el goce de la libertad extrema gracias a un crimen ocurrido muy lejos, en otro país, otra víctima, totalmente ajena a Eva y su paraíso terrenal, pero se repite el sicario, porque a la mamá de Eva no la mató ella, ni hablar, fue ese mismo sicario que cayó en Argentina.


Se unen las piezas y Eva regresa a las primeras planas. Castro Manarelli se hace famosa y Ariel Bracamonte, hijo de Myriam y hermano de Eva, cual Caín, busca destruir, o al menos encerrar a su hermana, con un afán de justicia por al muerte de su madre. ¿Habrá sido él o no?, puede que sí ante tanta exposición mediática y ya vemos que esta trae resultados. Ahora Eva está en Santa Mónica, hace una semana, junto con Liliana, que también paga su juventud.


Días más, días menos, siendo culpable o no, parece que Eva nunca comprenderá qué hace en un penal, siendo tan pequeña, tan indefensa. Ella quiso ser actriz, quiso ser famosa, de repente, pero no por haber asesinado a su madre, no por ser la universitaria ambiciosa que cayó presa. En su litera de Santa Mónica debe soñar, si es que duerme, que algún día llega a Broadway y que su manera de pensar es comprendida por todos, o al menos respetada.

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