domingo, 29 de noviembre de 2009

Sabores y olores limeños se mezclan en “La Muralla”

Tres regiones unidas por un tenedor

Por: Fiorella Pérez

El peruano, además de ser buena gente, campechano, ingenioso y bien “mosca”, también es de muy “buen diente”. Por eso, Gastón Acurio es tan famoso y “Mixtura 2009” fue un éxito. Seguramente, pensando en todo eso, la Municipalidad de Lima tuvo la gran idea de iniciar el “Festival: Semana de Lima” con la exposición y degustación de platos típicos de conocidos restaurantes del centro histórico de Lima.

La cita era en el Parque La Muralla, uno de los lugares turísticos de preferencia de los limeños desde su creación. Este parque es una recuperación de nuestra historia, al entrar se siente la inmensidad y la fortaleza que representaba la muralla de Lima, la muralla que hace miles de años se construyó alrededor de la ciudad para protegerla de los piratas, corsarios y ataques de enemigos de la corona española en el siglo XVII.

Desayuno a ritmo de cumbia
Era temprano, muy temprano para estar en la calle un día domingo (25 de octubre). La entrada a La Muralla así lo demostraba. Muy pocas personas se encontraban en las bancas, el museo todavía no abría y el Café estaba literalmente vacío. ¿Acaso los limeños no se habían enterado del festival? Era una posibilidad. Si era así, seguramente llegarían horas más tarde para pasear por la Muralla como cualquier fin de semana. Solo quedaba esperar y seguir caminando.

Pronto se podía escuchar un sonido familiar, ritmo pegajoso, canción conocida, esa que ponen en el micro y que de tanto escuchar y escuchar te terminas aprendiendo toda la letra e incluso la tarareas. Era una cumbia, una rica cumbia. Solo había que seguirla para descubrir que los limeños no habían olvidado el festival y que las canciones del Grupo 5, Los Yaipén y Los Caribeños eran el telón de fondo para dar inicio al Gran Desayuno Limeño.

Desde las 9 de la mañana hombres y mujeres de uniforme, con sombreros grandes y alargados, todos vestidos de blanco impecable o de negro elegante. Todos perfectamente arreglados, todos profesionales. Sí, profesionales de la comida, chefs de distintos restaurantes que se dieron cita para, esa mañana, deleitar el paladar limeño con las delicias que sus manos son capaces de hacer.

El olor era inconfundible, algo se estaba cocinando, era el conocido pan con chicharrón. ¿Quién no ha comido un pan con chicharrón en su vida? ¿A quién no le apetece degustar este manjar? Probablemente las únicas personas que se priven de tal platillo sean las top models, reinas de belleza y algunas conductoras de la Tv. Afortunadamente, para los chicos de la Asociación peruana de Porcicultores ninguno de los asistentes tenía ese perfil.

El patio de comidas ya empezaba a llenarse y la cola para los panes con chicharrón iba creciendo. Los asistentes regresaban felices a sus mesas, mesas rodeadas de botellas de inca kola gigantes, banners y toldos con los conocidos azul y amarillo, colores representativos de la bebida de sabor nacional. Era lo mínimo que se esperaba del principal auspiciador del evento.

Para todos los gustos y bolsillos
Casi llegando mediodía eran las mesas de los restaurantes Manhattan, Kilombo, Sabor y Sazón, y Charito las que se iban rodeando de miradas y apetitos voraces, limeños impacientes por saborear los platos que se ofrecían.

La carta que ese fin de semana ofrecía La Muralla era espectacular. Todo el Perú estaba representado. Las tres regiones unidas por un tenedor. Se podían encontrar platos para todos los gustos y para todos los bolsillos también. Dándote un paseo por las mesas, te topabas con la conocida y potente leche de tigre a 5.00 soles, que ofrecía el restaurante “Mi Barrunto” de La Victoria. Pero, si no era un plato norteño el que le apetecía, los “juanes”, y los “tacachos” también eran una opción, no pasaban de 10 soles el plato.

El tacu tacu se impone
Casi acercándose la una de la tarde, la cumbia desaparece, ¿Qué estaba sucediendo? El festival no podía haber acabado, era muy temprano y las personas seguían llegando con ganas de rendirse a los placeres del buen comer. No había duda, el festival iba a continuar. Ver llegar a un grupo de jóvenes y adultos vestidos uniformemente con sus cajones y guitarras lo confirmó. Era el grupo musical “Fiesta Criolla”. Las canciones que tocarían, todas bien criollas como las que cantaba Lucha Reyes, el Zambo Cavero y los Quipus, servirían de fondo musical para dar inicio y servir de acompañamiento al Segundo Concurso de Tacu Tacu del Centro Histórico de Lima.
Esa tarde, el conocidísimo y agresivo tacu tacu limeño fue el plato de fondo y el protagonista del festival gastronómico. Federico Moro, periodista político y gastrónomo, decía que la cocina peruana, además de sabrosa era terriblemente ofensiva porque heredó de la cocina española el excesivo aderezo. El tacu tacu daría gran fe de eso.

Los platos para exponer estaban servidos, cada restaurante los presentaba a las cámaras de video y fotográficas. Los chefs posaban y brindaban declaraciones sobre sus años de experiencia en el rubro y los concursos en los que habían participado años anteriores. Pero uno de ellos demostraba más disposición para contar su historia. Era Marcelo Espinoza, cheff del Sicilias. Este talentoso cocinero había participado el año pasado en el I concurso de lomos saltado y tuvo la buena fortuna de ser el ganador. Este año no participaba él, pero sí el restaurante para el que trabaja y le hacía porras desde su lugar al cocinero representante del Sicilias.

La demostración de los platos solo era para la foto, solo era para las cámaras. Al jurado no se le iba a convencer con un plato ya preparado. Un cheff representante de cada restaurante debía prepararlo frente a todo el público asistente y a los ojos de Giuseppe Natalini de la Trattoria Pizzeria El Italiano; el presidente del jurado: Flavio Solorzano, chef ejecutivo del restaurante El Señorío de Sulco y; por último, pero no menos importante, Walter Alva, chef de la UNFV, de la facultad de Gastronomía Turística. Estos tres expertos debían saborear las distintas formas de preparación del tacu tacu y entregar el “tenedor de oro” al ganador.

Empezó la competencia. Entre los restaurantes participantes estaban Kilombo, Supay, Hanna, Food Town, La Muralla, Sicillia’s, etc. Concursaron alrededor de veinte restaurantes, todos los cheff concentradísimos en su trabajo, mezclando el arroz con el frijol, aderezando y preparando salsas para acompañar el plato. Todos utilizando las cocinas Tecnogas y balones de gas Costagas, auspiciadores también del evento.

Mientras los jueces esperaban la llegada de los platos preparados y los cocineros participantes seguían concentrados en su labor, los cocineros que hacían la demostración de los platos ya preparados hacían sus comentarios. Se escuchaban frases como “todos somos ganadores” “todos merecemos ganar”. Entre los espectadores se escuchaban barra de los familiares de los cocineros: ¡vamos Supay! Decían un par de señoras.

A medida que terminaban de preparar los platos se acercaban al jurado para que los probara. Así fueron pasando uno por uno y el jurado hacía sus anotaciones. Las cámaras no dejaban de grabar y los fotógrafos perseguían a cada uno de los cocineros cuando terminaba su preparación.

Se acercaban las tres de la tarde y los jueces debían tomar una decisión. “El nivel es excelente” dijo Flavio, “la diferencia entre los tres primeros puesto es mínima”. De esta forma dio inicio a la lectura de los resultados. El afortunado ganador y acreedor del “tenedor de oro” fue el restaurante Supay con el delicioso tacu tacu de filete de pescado. El segundo y tercer puesto, tenedor de plata y de bronce, lo obtuvieron Sicillia´s y Food Town respectivamente.

Tomando en cuenta el consejo de Favio: “no guarden sus secretos para ustedes” dijo durante la premiación, el primer puesto Jorge De La Cruz comentó que el mejor tacu tacu se hace con los frijoles remojados desde la noche anterior y un aderezo consistente.

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