lunes, 7 de septiembre de 2009

“Apostemos por un centro histórico vivo, integrador e inclusivo”

Por Fiorella Pérez

No cabe duda que el centro de Lima, ya sea para bien o para mal, ha ido cambiando con el pasar de los años. Wiley Ludeña Urquizo, arquitecto, urbanista y catedrático de la UNI hace una reflexión sobre este cambio y critica la forma en que el Centro histórico de Lima se ha ido segmentando creando zonas de riqueza y otros de pobreza extrema.


¿Qué representa el centro histórico de Lima?

Lo que hoy consideramos como el “centro histórico” era en un momento toda la ciudad de Lima. Entonces no había ni “centro” ni centro histórico. La noción de centro surge en el preciso instante que aparece la periferia urbanizada a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En cualquier caso las ciudades que tienen un “centro histórico” impregnado de una historia densa y compleja como es el caso de Lima, refrendan su diversidad y las posibilidades de una experiencia urbana compleja y estimulante. Es un indiscutible valor agregado de la ciudad. Gran parte de la personalidad de Lima reside en ese centro histórico que para algunos es pesadilla y, para otros, paraíso potencial.

¿Piensa usted que, a nivel urbanístico y empresarial, el Centro de Lima está mejorando?

Mas allá de cualquier objeción sobre los enormes problemas que aún registra el centro histórico, todos los expertos sobre el tema coinciden que lo que ha acontecido con el centro histórico es un auténtico milagro limeño.

¿Por qué? ¿Desde cuándo?

A fines de los ochenta en medio de los autos-bomba y los casi 20 mil ambulantes saturando las calles e intersticios todos creímos que el único camino del centro era su propia implosión y cancelación urbana. No tenía ningún futuro a pesar de su declaración de Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1991. El gran mérito de Alberto Andrade fue revertir dramáticamente esta tendencia al convertir el centro histórico en objeto de voluntad política y cultural. Desde entonces la historia de los cambios se ha producido con desigual calidad e impacto.

¿Cómo considera usted los planes y obras en el centro histórico?

Malos. Lo que acontece hoy es que no hay una política firme y coherente. Esta resulta prisionera entre confesiones altruistas u obras puntuales de contenido social y la necesidad de “atraer más inversiones” por parte de un mercado de inversiones especulativas que siempre condicionará su actuación a la mayor desregulación posible y la desaparición o expulsión de todos los pasivos históricos del centro (callejones, conventillos y población pobre). En medio de esto lo que se observa es un desenfadado populismo cultural y urbanístico subsumido por la lógica posmoderna de la llamada sociedad del espectáculo y la privatización de la vida urbana. El caso del Parque de La Reserva es un típico ejemplo de esta nueva situación. Otra flagrante contradicción: las actuaciones desarrolladas en los bordes del río Rímac y la interfase colonial y neobarroca jalonada por la Plaza Grau y el parque de La Exposición. Ahí están las pulsiones históricas del Parque de La Muralla o el interesante conjunto habitacional del mismo nombre y la destrucción irremediable de todo el patrimonio urbanístico de esa Lima neobarroca construida entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX. Dos rostros de una misma moneda.



¿Qué modelos de solución o posibles alternativas existen?

A juzgar por la experiencia internacional no hay muchas alternativas al respecto. O queremos un centro histórico “boutiquizado”, “musealizado” y lustroso para el consumo turístico del altos ingresos y residencia de la bohemia elitizada, con la consiguiente expulsión o acorralamiento de los bolsones de miseria y ciudad degradada que subsisten (casos de Monserrate, Barrios Altos o parte del Rímac). O se apuesta por un centro histórico vivo, integrador, inclusivo en el que todos los habitantes y arquitecturas (desde las casas de vecindad hasta los palacetes coloniales) se sientan parte de la identidad histórica del centro. Todos sabemos que esta segunda alternativa es la base de experiencias tan exitosas como el caso de Quito. El gran capital tiene que entender que la única manera de hacer incluso sostenible su búsqueda de rentabilidad en el centro pasa —aun cuando no lo parezca— por la apuesta por un centro inclusivo, diverso y popular, en el que se preserve la identidad histórica de todo el paisaje y la substancia urbana heredado.

¿Se está dando este crecimiento homogéneo en el centro histórico?

El centro histórico no es ni ha sido una realidad homogénea. Entre muchas zonas grises tiene tres zonas definidas perfectamente por ese “corredor de riqueza” jalonado por el eje Plaza Mayor - Plaza San Martín - Centro Cívico – Estación Central - Parque de La Exposición. Este es el espacio y sus alrededores de las mayores inversiones y obras en contraste de lo que acontece con las otras zonas: la de Monserrate, Barrios Altos y el Rímac. Pareciera que la idea es que estas zonas terminen beneficiándose por generación espontánea de los beneficios concentrados en el mencionado eje de inversiones. Una especie de “chorreo” urbano neoliberal. Todos sabemos en qué termina esta historia.

¿Qué consecuencias trae el que se estén aplicando este tipo de políticas?

Lo que puede generar esta política de exclusiones y privilegios es que el centro termine condominizado, con zonas privatizadas y otras convertidas en ghettos de miseria y violencia, con “fronteras” grises como pueden ser hoy las avenidas Tacna y Abancay.

Se habla del Boom de las discotecas y bares en el Centro de Lima ¿La plaza San Martín se estaría volviendo un centro de diversión nocturna para los limeños?

Hoy la vuelta al centro de Lima —seguramente la próxima parada de interés— se está produciendo vía una recuperación importante de la vida urbana en Miraflores y otras partes de la ciudad como diversos puntos en Lima Norte y Lima Este. En este proceso el centro histórico ha venido cobrando un ritmo de vida urbana diurna y nocturna cada vez más interesante, sobre todo para la movida contracultural. Pero aún esto es una anécdota. No es un fenómeno estructural de regeneración del centro histórico. El día en que este proceso se produzca “desde dentro” del centro y no como producto de los “visitantes” de fuera, ese día puede decirse que el centro histórico ha alcanzado una dinámica de recuperación sostenible en el tiempo.

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