lunes, 21 de septiembre de 2009

El Verdadero Viaje


Por César Caballero

¿Por qué no accedemos a uno de esos programas de Work and Travel? Fue la primera pregunta que se hicieron un grupo de amigos de la universidad y que puso ese bichito en ellos animándolos a emprender este viaje a la tierra del tío Sam. La experiencia de viajar por vacaciones, vivir solos por unos meses, tener un trabajo en un resort de cinco estrellas -por cierto, con un salario nada despreciable de 9 dólares la hora-, practicar deportes de aventura y hasta enamorarte -por unos meses- de personas de otros países fueron los principales comentarios tentativos que los sedujeron.

La búsqueda

Lo primero era encontrar quién los lleve. Eso no fue muy difícil, pues muchas empresas ya los habían invadido con publicidad a la entrada de la universidad o saturado de correos electrónicos, en donde los invitaban a acceder a su página Web en la Internet. Todas estas los invitan a participar de charlas informativas, con el fin de que perciban la gran oportunidad que se les presenta, en la cual ofrecen el mayor esfuerzo para que consigan una oferta de trabajo. La elección del empleo adecuado en el estado perfecto con el clima perfecto no se ve tan lejana.

La realidad

El escenario lleno de pomposidades puede ser otro, pues muchos de los que experimentaron este programa vivieron más de lo pidieron y ganaron más de los dólares que se vinieron a gastar en Lima. El ganar experiencia en este caso no equivalía a pasarla bien todo el tiempo, ni llenarse los bolsillos de dinero, ni tampoco salir a divertirse todos los días. Por un lado, había un compromiso de por medio el cual no habían interiorizado conscientemente.

Ya en USA trabajaron varias horas a la semana haciendo cosas que muchos nunca habían hecho en sus vidas. De hecho, los trabajos de housekeeper (ayudante de hotel), parking (controlador de estacionamiento), dishwasher (lavaplatos), cajero o busser (limpiamesas) no eran tan simples como alguna vez lo imaginaron, la realización de estos trabajos demandaba más esfuerzo que el de una tarea casera: los empleos más ordinarios del mundo los estresaron.

Por otro lado, hacerse cargo de sus propias necesidades –compra de alimentos enlatados o acartonados, alquiler de casa de madera con techo dos aguas, transporte y uso de lavandería-, los pusieron en aprietos que antes solo eran problemas de sus padres, ahora eran responsables de todo eso.

En esta nueva realidad los caprichos no son bienvenidos, cosas como “no me cae alguien de la chamba”, “la nieve me da frío” o “que todo esta muy lejos” eran situaciones que tenían que aprender a manejar, lo mejor era adecuarse y aparentar ser una persona adulta, al menos hasta regresar a tu país.

“Algo que no espera pisar suelo patrio son las enfermedades” comenta uno de los viajeros, quien cojeaba por un absceso en la pierna y al cual operaron ambulatoriamente. Este recordaba que mientras estaba echado en la camilla durante la cirugía y luego de ella, en el bus camino a casa, se le hizo extraña toda esa situación, pues en otra realidad –su realidad en Perú- su familia hubiera estado ahí y no hubiera tenido que esperar, en la intemperie, una hora a que pase el bus para ir a su casa. Las realidades eran distintas y quejarse o llorar no servía de nada, tenían que afrontar su sino.

Emociones alteradas

En este viaje se experimenta un sinfín de situaciones, en donde se abandonan las burbujas personales y se enfrentan nuevas realidades. Muchas experiencias gratificantes y algunas no tanto alterarán sus emociones transformando su visión del mundo.

Situaciones como trabajar la noche de navidad, dormir en sofás o tener cenas frías hizo que estos viajeros pensaran en todo lo que pasan los que persiguen el famoso sueño americano, en el que dejando todo atrás –familia, amigos, costumbres- pretenden lograr más riqueza de la que ellos podrían tener en sus países de origen; y también los hizo pensar en la soledad de todos los que estaban en su situación. A partir de todo eso se dieron cuenta que la suma de todas esas nuevas experiencias era el verdadero viaje.

Lo peculiar de todo esto es que ya en Lima, con sus familias, sin esos trabajos y cómodo en sus casas tiene ganas de regresar y experimentar de nuevo toda esta travesía, que seria mejor que cualquier manual de vida, si es que lo hubiera.

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