lunes, 21 de septiembre de 2009

De máscaras, sudor y mucha lucha

Por Víctor Núñez

Hubo una época en donde el Perú tuvo sus héroes carnales. Una época en donde El Enfermero, Sandokán, El Vikingo y Rayo de Oro danzaban en el aire, al mismo tiempo que se daban (y no consejos). Que se despreocupe El Increíble Hulk, Iron-Man, El Hombre Araña y demás personajillos, nosotros también tuvimos a paladines de la justicia y, a diferencia de ellos, hablaron mucho español.


El Perú no sólo fue tierra de grandes jugadores de fútbol en la década de los sesenta, también fue un terreno fértil para el nacimiento de una camada de luchadores de ‘Catchascán’ (nombre referido a la Lucha Libre en Latinoamérica) que abarrotaban el añejo Coliseo Amauta y, por supuesto, también tenían su programa de televisión en una época turbulenta de régimen militar: ‘Los Colosos del Catch’.

Hugo Contreras Morales fue uno de esos chiquillos que dejaban todo lo que hacían a las 5 y 30 de la tarde de los jueves. Se pegaba a la pantalla de la televisión para ver pelear a sus favoritos en ‘Los Colosos del Catch’ a través de Panamericana Televisión.

“A las 5:30 de esa tarde de jueves los problemas de sumas y restas habían sido culminados. Qué pajita era tener todo el tiempo del mundo para ver tele, para tomar lonche o para alucinar con los Anglias de Pipo Godos, amarillos, verdes, naranjas y rosa chillones”.

Hugo también describe la experiencia de haber ido en una ocasión a presenciar este espectáculo al Amauta: “Sin pedir permiso, sin saber a dónde me metía, sólo alucinando con la pelea estelar de la noche, ya me encontraba sentado en la 24, un autobús carcamán verde y blanco que hacía el recorrido entre Salamanca y Chacra Ríos. Con tus amigotes de seis y ocho años. Destino: el Amauta, el Placer de los Grandes Espectáculos. ¿Qué espectáculo? Los Colosos del Catch. ¿Qué pelea estelar? Huracán Sánchez versus el Super Cholo”
Afiche de evento en el Amauta del ‘73

Contreras también señaló: “contrariamente al sentimiento ultranacionalista de los 70 (Juan Velasco, el Perú...), el Súper Cholo, el hombre venido de las serranías peruanas, era de los malos. De los rudos. El Huracán Sánchez era un patín con una máscara azulina adornada con unos rayos blancos a los costados. Si el Súper Cholo era malo y era peruano, el Huracán Sánchez, para ser bueno, tenía que ser ágil y extranjero”.

Así como todos los aspectos de la vida, el Catchascán peruano también tuvo sus contenidos ideológicos. Partamos desde el hecho de que la Lucha Libre tiene como personajes principales a uno que simboliza la bondad, y otro que simboliza la maldad. Así, a secas, tenemos a uno bueno y a otro malo. El bueno tiene más empatía con el público y no suele ganar con algún movimiento ilícito (por ejemplo, golpear en la entrepierna).

El malo, por su lado, sí se vale de estas ‘faltas’ para planchar a su rival y hacer la cuenta de tres (eso sí, sin que haya sido visto por el árbitro); el malo es también blanco de todas las pifias y abucheos de los asistentes. Su objetivo entonces es lograr el odio por parte del público.

Tenemos entonces que los ‘malos’ eran representados por personas de aspecto más huraño y autóctono. Mientras que los ‘buenos’ eran interpretados por personas de raza más lozana y origen extranjero.

Como toda historia que está basada en un guión ya prescrito, en el Catchascán tampoco ganan los que deberían. El atractivo de la lucha libre radica en la sorpresa, en que nos vayamos con una gran interrogante del porqué ganó el luchador con el cual no necesariamente simpatizamos.

“Cuando se consuma la injusticia más grande de declarar ganador al Gordo con su casco adornado con cachos, las rechiflas eran generalizadas. Los niños gritábamos, los viejos que se reían, Super Demon grogui de tanto manoplazo en la cabeza.

Y por atrás, los gritos de un espectador. Como siete hileras más al fondo estaba Hugo Muñoz de Baratta, su peluca blanca, sus bigotes y el recuerdo inmediato de Panzán, Napoleón Cholo y Moncherí, sus personajes de "El Tornillo", programa cómico del cual era estrella. Retó esa noche al Vikingo a una pelea, justo para el jueves entrante”.

Si todo iba, aparentemente, bien, ¿qué pasó entonces con el deporte de grandes y pequeños? Llegaba el año 1973 y la dictadura militar se apropiaba de los contenidos que eran producidos en la televisión.

El régimen militar censuró el programa al considerarlo dañino para la teleaudiencia limeña, sin saber siquiera que padres e hijos acudían a tales eventos a distraerse y a utilizar a este deporte de contacto como una manera de desfogue. Así, sin más ni más, y por presión del gobierno militar, el canal cinco le dijo adiós eterno al Monje Loco, El Cínico, El Quijote, Atila, El Zorro y demás personajes.

No se supo más de estos nombres cada vez más extravagantes. No hubo más programas televisivos que diesen cabida a luchadores de Catchascán como en la década de los sesenta y setenta… hasta ahora.

Nueva generación

Hablar de Sandokán es hablar de una leyenda viva de lucha libre. Y del tipo más ‘hardcore’ o sangriento. El que fuese uno de los catchascanistas más representativos en aquellas décadas de oro de este deporte de contacto, ahora maneja una escuela de Lucha en donde se trata, en la medida de las posibilidades, de enseñar a futuras generaciones las bondades, la pasión, el dolor y el esfuerzo de lo que engloba ser un verdadero luchador.

Se llamaron NGWA o Nueva Generación de Wrestling Acción. Habrá que explicar que dentro de esta federación existe una liga que se denomina Lucha en Vivo Wrestling.

El 4 de diciembre del 2008 será una fecha de recordar para los de LVW. Uno de sus mayores logros fue, conjuntamente con el apoyo de la empresa PROCOBA, la organización del Primer Torneo

Latinoamericano de Lucha Libre Profesional ‘Hatun Auqui’ (El Gran Señor) en el Coliseo Mariscal Cáceres de Chorrillos. Lo curioso resultó en el ganador: ‘El Último Chingón’, mexicano de nacimiento y rudo por excelencia, fue el primer extranjero en ganar este torneo en tierras peruanas y quien llevará ahora el cinturón de Gran Señor por todo el globo.

Nueva sangre

¿Qué significa LWA? Quizá no muchos lo lleguen a descifrar. Sí, efectivamente, es una sigla más dentro de todo este conjunto de nombres y más nombres. LWA, o Lima Wresltling Academy, es una empresa de lucha libre peruana que ha ganado súbitamente una fama y prestigio que muchos quisieran tener.

¿Su mayor logro? LWA se puede jactar de ser la única escuela en la historia de Lucha Libre peruana en tener un cinturón que acredite un campeonato. La correa fue puesta en funcionamiento en el evento ‘Mala Influencia 2009’, realizado el pasado 3 de abril. Fue en la segunda fecha del Torneo llamado ‘Punto de Quiebre’ en el que se coronó al primer campeón. Este fue Slayer, quien se convirtió en el primer (y aún vigente) campeón de LWA hasta la fecha.

“Enfrentarte a mí es entrar a un callejón sin salida” es el lema preferido de Slayer y es lo primero que le dice a cualquier persona que osa mirar su brillante cinturón. Con un físico arrollador y una mirada sumamente desafiante (y algo perturbada) Slayer sabe que todos sus contrincantes andan detrás de su ansiado título. Su condición de campeón hace que su preparación sea cada vez más exigente.

Nada puede hacerlo siquiera pestañear, ya que un pequeño descuido lo hará vulnerable a que otro luchador se convierta en el nuevo campeón de LWA, y con él, se lleve toda la gloria, todo el reconocimiento y todas las palmas. Detrás de él está Axl y sus hazañas aéreas, está también Bobby ‘Salsa’ Casselli, quien con su saoco y sabor hace de las suyas en el ring. Cómo pasar por alto a Elessar Da Vinci, quien con su estilo faite ha encandilado a grandes y pequeños, convirtiéndolo en el luchador más carismático de la empresa.

No podríamos dejar de mencionar a Dr Punk, el médico anarcopunk por excelencia, al misterioso Necrómano, al peligroso y electrizante Wolf, al autoproclamado ‘Rey del Aire’ Heavy Metal y, por si fuera poco, al callado pero siempre eficiente Kaiser.

Si bien se trató de exponer dos casos emblemáticos de la situación de la lucha libre peruana, está claro que aún no se llega a emular las grandes corrientes catchascanísticas de antaño. La nostalgia siempre estará ahí, perenne. Tampoco se trata de estar a la par de tiempos pasados y quedarse allí.

Entran a tallar factores como el económico, y son justamente estos los que juegan un rol preponderante a la hora de forjar una nueva academia y propagar un deporte que tantas satisfacciones pasadas y, ahora, presentes brinda al país.

Un país cansado de fracasos futbolísticos, un país azotado por la crisis económica, un país necesitado de alegrías. Un país también necesitado de elementos que unan a la gente: padres con hijos, y amigos entre sí. ¿Acaso estamos condenados a que el fútbol sea el único deporte que nos haga reunir en torno a un televisor?

No. Estas dos academias (con sus diferentes vaivenes y diferencias) han agrupado a jóvenes que también dicen 'no'. Estos jóvenes han optado por el sacrificio, el honor, la gloria, la pasión de lo que es la lucha libre. Pero también han optado por el llanto, la frustración, la indiferencia y el dolor de todo deportista que se dedica a esto. Porque ‘sin dolor no hay ganancia’. Porque aún queremos ver a más héroes carnales que nos hagan reír o enojar.

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