miércoles, 23 de septiembre de 2009

El loco y el caudillo

Por Alonso Pahuacho

“Vargas, recuperó Vargas, el servicio largo para buscar a Rengifo, apóyate con Paolo de la Haza, Vargas, va Vargas, empuja Vargas, quiere pasar Vargas, sigue Vargas, lucha Vargas, pasó Vargas, que bien la hizo Vargas, aquí está en empate, en el área espera Ñol, en el área espera Ñol, estaaá gooooool¡¡¡¡¡¡”

Daniel Peredo (Durante transmisión en vivo)


La cancha del estadio Monumental se hacía más grande con el correr de los minutos, para los argentinos y para los peruanos, pero no para él. El público se resistía a abandonar sus asientos, no podían creer que otra vez su selección hubiera jugado un gran partido pero se estuviera yendo con las manos vacías, con una nueva derrota en el bolsillo. Quizá el muchacho lo sabía aquella noche, y reaccionó rápido: tan sólo le tomó algo más de diez segundos fabricarse un espacio en medio de aquellas camisetas celestes.

Fue una corrida nunca antes vista. El muchacho tomó la pelota en campo propio y, luego de sacarse a un adversario, pudo llegar hasta el área del equipo rival y lanzar un centro que finalmente pudo ser conectado por su compañero para convertirse en gol. Un gol que significó muchas cosas a la vez, pero para toda la gente que fue aquella noche de setiembre al estadio Monumental sólo una cosa: el nacimiento de un nuevo ídolo.

Dicen que una jugada puede marcar a un jugador, pero gracias al jugador es que en realidad nace la jugada. Un relato mágico que tuvo en la voz inflamada de Daniel Peredo un eco que impregnó con tinta inmortal el recuerdo de un héroe en el corazón de una nación. Quizá el chico no pensaba en eso cuando no miró hacia adelante y partió a la carrera, cuando empujó al argentino y siguió avanzando. Solo después, con el transcurrir del tiempo –y de los partidos- se ha tenido que dar cuenta de que todos necesitamos un Juan Manuel Vargas- así se llama el chico- y que todos necesitamos siempre un ídolo a quien seguir.

EL CHIQUILLO DE MAGDALENA

La pichanga transcurría sin problemas, entre risas y botellas de cerveza vacías. La canchita se ubicaba en Magdalena, uno de los tantos distritos clasemedieros de la capital.
Era un simple partido de fin de semana como lo hubiese podido ser cualquier otro, una reunión de amigos de barrio; sin embargo, esto no fue así. Juan Manuel Vargas tenía 19 años y vivía en una pequeña casa de la calle Diego Ferré, casi al final de la avenida Brasil. Compartía el hogar junto con su madre, sus hermanos y su abuela ‘Aleja’, a la que quería y respetaba mucho. Él la llamaba cariñosamente “mamá Aleja”.

Juan y sus amigos estaban entusiasmados desde antes del inicio del partido ya que se habían dado cuenta de que en el equipo rival iba a jugar un viejo conocido por todos: César ‘chalaca’ Gonzales, reconocido técnico de fútbol y que en esos años estaba a cargo de la selección peruana Sub 20. Vargas y los chicos se lucieron aquel día, especialmente motivados por la presencia del DT. No obstante, fue justamente Juan Manuel quien se llevó todos los méritos. “Al final le hice un huachón y él me pidió un autógrafo a mí”, recuerda el ‘loco’.

Sin embargo, lo que sucedió después entre estos dos personajes es historia conocida. ‘Chalaca’ se acercó a Vargas después del partido y le recordó su pasado por las inferiores de la ‘U’, club del cual el muchacho era hincha desde chico. Lo había dejado principalmente por dos razones: no tenía el dinero suficiente para el pago y porque detestaba los entrenamientos, él quería jugar los partidos de frente. Gonzales, un viejo zorro en esas lides, le planteó la posibilidad de integrarse a la selección que dirigía, bajo la condición de que encontrara un equipo fijo para que tuviera la continuidad necesaria para progresar. Vargas no lo pensó demasiado. Al día siguiente estaba en Ate tocando las puertas del estadio Monumental.

En el año 2002, Vargas pegó la vuelta a la ‘U’, el equipo de sus amores. Sin embargo, en la primera parte de ese año, pasó casi inadvertido en aquel plantel de técnico argentino Ángel Cappa que terminó saliendo campeón del apertura “contra todo y contra todos” y que contaba entre sus figuras al ‘chemo’ Del Solar, Oscar Ibañez, Martín Vilallonga y el ‘Nuno’ Molina. Su oportunidad llegaría luego cuando, cansados de la falta de pago, los jugadores cremas se fueron a la huelga y los dirigentes tuvieron que echar mano de los juveniles del club. Aquel 24 de noviembre en un partido ante el Cienciano del Cusco, un joven Juan Manuel Vargas se presentó ante todo el país colocando una pelota al fondo de la red desde casi 40 metros de distancia. Si bien no alcanzó para la victoria (perdieron 2-3), fue suficiente para dejar en claro que había surgido una nueva promesa. Desde ese momento y para adelante, todo fue un continuo progresar.

En los siguientes dos años Vargas se consolidó como titular en Universitario, pasando bajo la dirección técnica de diversos entrenadores como Oscar Malbernat, Marcelo Trobbiani y Luis Reyna, quienes siguieron apostando por el lateral. Su garra y empuje, combinados con su buena pegada de larga distancia, llamaron la atención de numerosos clubes del extranjero, hasta que finalmente fue vendido al Colón de Santa Fe, un equipo argentino de media tabla y de presupuesto moderado. Allí, comenzaría el despegue del ‘loco’.

SALTANDO EL ‘CHARCO’

Dos años le bastaron a Vargas para mostrar su valía en la tierra del tango y las parillas. Si bien el Colón no figura en los titulares de Clarín u Olé como Boca Juniors o River Plate, aquello no impidió al ‘loco’ llegar al fútbol europeo, el sueño de todo futbolista debido a la alta competitividad y calidad de jugadores que destilan su talento en esas tierras. Luego de una frustrada venta al Porstmouth de Inglaterra; recaló en Italia, en el Calcio Catania, club siciliano que acababa de ascender esa misma temporada, el año 2006.

En medio de gran expectativa, Juan Manuel fue presentado como el nuevo ‘Paolo Maldini’, apelativo que finalmente cuajó con gran regularidad. De buen remate de larga distancia y un juego agresivo y férreo en la marca, pronto destacó con una serie de grandes goles desde fuera del área y no pasó mucho tiempo para que otros clubes más importantes pusieran sus ojos en él. El chico de Magdalena ya empezaba a brillar con luz propia.

Fue así que para la temporada 2008, luego de estar en la mira del Real Madrid, Liverpool y la Roma, Vargas recaló en la Fiorentina, club que hizo famoso a otro ídolo sudamericano: el argentino Gabriel Omar Batistuta. En Florencia, el ‘loco’ pudo crecer futbolísticamente y participar en el torneo de clubes más importante del mundo, la Champions League donde cumplió un papel destacado. La Fiorentina terminó en la cuarta ubicación en la temporada pasada y ha clasificado nuevamente a este importante torneo continental. Allí, Vargas espera de una vez por todas explotar a un nivel superlativo y, por qué no, lograr fichar por un club de primer nivel mundial.

UNA CAMISETA QUE SÍ PESA

Desde su traspaso al Colón de Santa Fe, Juan Manuel Vargas se convirtió en un jugador de selección, más aún en un país como el nuestro donde el universo de jugadores “seleccionables” es más que reducido. Así, se sumó al tren de ilusiones que conformaron el equipo -primero de Autuori y luego de Ternero- que terminó eliminado una vez más en las Eliminatorias para el mundial de Alemania 2006.

Sin embargo, para Sudáfrica 2010 parecía que las cosas serían diferentes, más aún cuando el recién nombrado DT José ‘chemo’ del Solar afirmó que el equipo con que contaba era “la mejor generación de futbolistas peruanos en 40 años”, superando incluso a nuestros mundialistas de antaño. Vargas, como no podía ser de otra manera, se convirtió en el abanderado del nuevo proceso eliminatorio que intentaría llevarnos al mundial luego de 24 años de fracasos.

Lo que empieza mal, termina mal. Luego del escándalo del ‘Golf Los Incas’, todo el trabajo –si es que alguna vez lo hubo- de la selección se vino a pique y lo único que hubo fueron intentos entusiastas e individuales por sacar la cosa adelante. No obstante, hubo uno que alimentó en algo las ilusiones moribundas de la hinchada, existió un hombre y una jugada que hizo levantar de sus asientos –no recuerdo cuando fue la última vez que me había pasado- a la gente para gritar un gol como si de verdad hubiésemos logrado la clasificación a un mundial. Era solo un gol, era el empate, era Argentina, era el final del partido, era Juan Manuel Vargas.

UN CAUDILLO

Vargas puede llegar a ser el verdadero caudillo de nuestra selección pensando a futuro. Tiene buen físico y buen fútbol, todavía puede crecer mucho más. Lo único que le falta es borrarse ese lastre que lleva como apelativo y que en más de una ocasión le ha jugado en contra: ‘loco’, ¿por qué es un loco?

Perú-Brasil, tercera fecha de estas eliminatorias. Vargas anota un golazo desde fuera del área –golazo por la significación, porque en realidad le chocó a un brasileño- y se saca la camiseta al momento del festejo para dedicárselo a su mamá. No está mal dedicarle un gol a la inventora de nuestros días, pero ¿no sabía Juan Manuel que eso le significaría una tarjeta amarilla y que se perdería el próximo partido? ¿No fue justamente el siguiente partido donde perdimos 5-1 contra Ecuador?

En su vehemencia, en su afán por ganar en el juego, por salir victorioso o defender a algún compañero –lo vimos en el último partido contra Uruguay cuando por defender al ‘chorri’ le sacaron tarjeta a él- peca de inocente o hasta de matón y no se da cuenta de que con esas actitudes el perjudicado no es Juan Manuel Vargas, sino el equipo, Perú. Ahí está el plus en que debe trabajar, en donde debe crecer para ser el verdadero atleta que necesitamos. No tanto un ‘loco’ de la guerra que vaya a todas, sino un lateral a toda potencia que sepa cuando ir o regresar. Más que un loco a la carrera, aquí necesitamos un caudillo. En él está cumplir esa meta.

1 comentario:

  1. ¡Qué desperdicio! Mucha información, mucha chamba...
    y todo el esfuerzo se difumina por falta de gracia al escribir.
    Hay que seguir informándose y leyendo más. O pasarse a la radio o la TV.
    Suerte.

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