jueves, 3 de diciembre de 2009

Charly: un acto de fe




Por Rudy Jordán

Un zapato recostado en el piano. Un tipo cubriéndose el rostro con un poncho. Un micrófono tirado en el escenario. Tres fotografías de la noche en la que Charly García volvió. Tres excentricidades del errático, icono, loco, impredecible y, sobre todo, monstruoso músico argentino que ayer hizo vibrar a 15 mil personas en la Explanada del Estadio Monumental.


Con camisa blanca, el saco negro, más viejo, con guata y teóricamente reformado; luego de trece meses alejado de los escenarios, Charly saltó de la finca de su re-habilitador Palito Ortega para saltar a Lima e iniciar una gira titulada "Vuelve el más grande". Acaso por “Química”, o por “intuiciones, verdaderas alertas” (“Influencia”), el rockero eligió nuestra capital como la primera de sus tres escalas. Ahora sigue Chile (28 de septiembre) y Argentina (23 de octubre).
Junto a Gonzalo –mi compinche de conciertos y fanático del legado rockero argentino– salimos prematuramente de clases: entiéndase, nos las tiramos. Pero había que entendernos: ¿Era real la vuelta de Charly?, nos preguntábamos. Teníamos el impulso ético de averiguarlo. Estábamos ante una falta justificada, ante un verdadero motivo de fuerza mayor.
Pese al ‘trip’ Avenida Universitaria-Estadio Monumental en micro a las cinco de la tarde, llegamos a un cuarto para las siete. Restaban quince minutos para entrar. Esquivamos a los re-vendedores, nos equipamos con cigarros y entramos. Nueve de la noche. Hora pactada para el concierto. Tic-tac, tic-tac. Ni el bigote de Charly.
Conocimos a tres patas buena onda con los que empezamos a barajar las más inverosímiles hipótesis sobre la tardanza del ídolo que el próximo 23 de octubre cumplirá 58 años. Que estaba en un bar barranquino, que se tiró a la piscina del hotel, que recayó en los vicios. Nuestra imaginación se daba las licencias que el mito Charly había con-figurado. Nueve y treinta de la noche. Una silueta tras el telón rojo del escenario, un alarido en la tribuna, y “El amor espera” y “El amor espera”. Carlos Alberto García Moreno estaba de vuelta.
El día anterior, se le había visto tranquilo en la conferencia de prensa y me contó un taxista que, en el hotel donde se hospedará hasta el día viernes, solamente pidió manzanas y agua. Y sí lo evaluamos por su recuperación física y musical, Charly parece haberle cerrado las puertas a las drogas y el alcohol.
Su nueva banda "Pubis Angelical", conformada por Kiuge Hayashida, Toño Silva Peña y Carlos González (Chile); Hilda Lizarazu, Fabián "Zorrito" Quintiero y Carlos "Negro" García López (Argentina); fue un soporte espiritual para Charly. Lo alentaron con besos, con palmas y con un impecable respaldo musical.

Y ‘el grande’ se mandó con "Rap del exilio", "No soy un extraño", "Cerca de la revolución", "Chipi chips", "Fanky", "Vía muerta", "Demoliendo hoteles", "Promesas sobre el bidet", "Adela en el carrusel", "Rezo por vos", "Yendo de la cama al living", "Canción de 2×3" y "Pecado mortal" (ver set list completo) apenas un vistazo de su alucinante producción musical. Y todo fue entrega, delirio y reciprocidad, en ‘La noche de la explanada’.
Conmovido con un público que lo esperaba y ovacionaba (“¡Charly no se va, no se va, no se va, Charly no se va!”) regresó al escenario, luego de despedirse por segunda vez, con un sólido “Aguante Perú”. Hasta que vino el chau definitivo, el micrófono al piso. “Say no more”.

Y se escapó Charly así no más. Las quince mil personas seguíamos paradas, como una muchedumbre aferrada (“Una más y no jodemos más”, resonaba entre los cerros de Ate), como un acto de fe. Charly había vuelto con un cuerpo rehabilitado, con potencial musical y su personalidad alucinada. Regresamos, preguntándonos en silencio que “Deberíamos saber por qué”, la música de Charly nos seguía acompañando.

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