viernes, 4 de diciembre de 2009

Los superpoderes de García



Por Rudy Jordán
“¡Son unas ratas!” (Para Quimper), “¡Qué le quiten la nacionalidad!” (Para Susan Hoefken), “¡Qué los agarren a perdigonazos!” (Para los barristas de Universitario). Estas frases, que podrían asolaparse como portadas de los llamados diarios chica, son del presidente Alan García.


Y es que cada vez que un escándalo público nos estalla en la cara –ya un ‘faenón’, ya el asesinato de una estudiante, ya un inverosímil robo de un pulmón– nuestro mandatario salta de la Casa Pizarro, convoca cámaras y micrófonos, y (con el ceño fruncido, ademanes enérgicos y la voz grave) condena a los, aún presuntos, delincuentes.

“El presidente no debió llamarme rata”, reclamó Quimper; “Le pido el presidente el beneficio de la duda”, imploró Hoefken. Y los medios de comunicación, cómo no, les dieron tribuna a los acusados, recordando adjuntarles adjetivos similares a los que despilfarró García: traidores, sinvergüenzas, ratas.

En esta atmósfera donde el discurso presidencial coincide con el de la Prensa se crea un anticipado juicio mediático que, absorbido por su natural urgencia de publicación, reacciona antes de investigar; insulta antes de analizar; condena antes de preguntar. Se deja, en fin, llevar por la ansiedad noticiosa de la Opinión Pública.

El descrédito de instituciones como el Poder Judicial –cuenta con un 74. 8% de desaprobación según la última encuesta del Grupo de Opinión Pública de la U.L– hacen que la Prensa, en tácita coalición con el presidente, creen un dictamen paralelo al oficial donde impera el justiciero lema de “Hay que darles de su propia medicina”.

En este engranaje donde la popularidad importa demasiado, García busca sincronizar sus reaccionarios mensajes con los de la Opinión Pública y los de la Prensa, creándose una especie de triangulación donde la retórica y los adjetivos se imponen a un juicio sólido.


¿El justiciero?
En febrero de este año, cuando García alcanzaba el 32% de aprobación, IPSOS Apoyo y Opinión señalaba que una de las principales razones para que la población aprobase su gestión era su “retórica con pinceladas nacionalistas y populistas, que cae bien en un sector de la población que sentía a García distante de las angustias populares”.

Y ya que el común de la población no tiene (no busca o no quiere) acceder a información alternativa a las del Juicio Mediático que aparece en los diarios, sus criterios para evaluar al presidente se vuelven afectivos antes que racionales; subjetivos antes que objetivos. De allí que el depurado verso siga siendo la más efectiva de las armas de García.

Coincidentemente, la retórica con pinceladas nacionalistas (“Qué le quiten la nacionalidad”) y populistas (“Son unas ratas”) se ha ido radicalizando con la paulatina pérdida de popularidad de García que hoy llega al 26%, según el propio IPSOS en su estudio de octubre.

“Qué la justicia norteamericana le aplique toda la severidad correspondiente”, acaba de decir García acerca del supuesto caso de contrabando de dinero en el que está inmerso el ex Ministro de Vivienda Francis Allison.

Apenas hace dos meses, luego de que el ex alcalde de Magdalena aceptase el cargo de Ministro por propia invitación del presidente, el mandatario decía que estábamos ante “un estupendo alcalde y un mejor ministro” (28/09/09, Perú 21).

¿Le corresponde a García dictar sentencia en casos que aún están en proceso de investigación judicial?, ¿Dónde surge el interés del presidente por ponerse un impostado traje de justiciero?


Sí, mi presidente
Pero el carácter voluble de García así como sus incendiarias frases, no solamente sacan chispas en la Opinión Pública, sino que también empujan a las propias instituciones gubernamentales a actuar según el mensaje presidencial.

“Hemos recibido el concepto inicial del señor Presidente de la República para que, en el marco de la ley, actuemos con energía contra el crimen”, declaró a América Noticias (30 de Octubre) el director general de la Policía Miguel Hidalgo tras las sugerencias del Presidente para darles “perdigonazos” a los barristas la muerte de García sobre María Paola Vargas.

¿No tiene la PNP su propia metodología de acción contra el crimen?

En la misma línea, al incitar a las autoridades a que le quiten la nacionalidad a Susan Hoefken, ¿No excede García sus facultades presidenciales y desconfía, de manera implícita, de la labor del Poder Judicial?

Según el artículo 53 de la Constitución Política del Perú, “la nacionalidad peruana no se pierde salvo por renuncia expresa ante una autoridad peruana”. Esto quiere decir que des-peruanizar a Hoefken es, cuanto menos, improbable.

El problema es que rol de falso justiciero que remedia los padecimientos sociales, no solamente legítima actitudes radicales y violentistas en las instituciones sino que, de forma tácita, descalifica a los organismos pues pregona las recetas que estos deberían seguir.

El pueblo tiene derecho a reaccionar porque no le pagan por llevar las riendas del país; en cambio, como presidente, Alan García debería caracterizarse por su capacidad de predicción antes que por sus reacciones; por su sentido de análisis antes que por sus opiniones; por la confianza en sus instituciones antes que por su papel de mandatario descreído.

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