jueves, 3 de diciembre de 2009

Pasolini y la poesía en el cine



Por: Manuel Alejos


“El cine es el medio de expresión más idóneo para la representación de la realidad. Como reconstrucción completa del mundo, lejos de ser naturalista, tiene que capturar la poesía que está en las cosas y en las acciones humanas”, decía Pasolini.

Para él, una de las figuras más complejas y al mismo tiempo más eclécticas de todo el panorama fílmico italiano y mundial, hacer cine es ir en contra de lo establecido, transgredir el sistema.

Rindiendo culto a la genialidad del autor, El Instituto Italiano de Cultura de Lima, con la colaboración de la Región Piemonte, presenta la exposición “Pier Paolo Pasolini. El cine en forma de poesía”, en la Galería del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica, desde el 08 de agosto hasta fines de setiembre.

La muestra recorre la vida y obra del gran intelectual italiano en una serie de imágenes captadas por fotógrafos como Angelo Pennoni, Mario Dondero, Divo Cavicchioli, Bruno Bruni, entre otros. Además, se proyectarán cinco películas suyas: Mamma Roma (1962), El Evangelio según Mateo (1964), Pajarracos y Pajaritos (1966), Edipo Rey (1967) y Medea (1969).

¿Por qué Pasolini?

La imagen de Pasolini sobresale por encima de toda la generación de los años sesenta; es considerado un hombre-orquesta único en el panorama de la posguerra, capaz de transformar en materia aúrea los materiales pictóricos, poéticos, narrativos y cinematográficos a los que ha echado mano y también de hacer de su vida y de su muerte una obra de arte.

Su cine no será, en el fondo, más que un acercamiento poético a las vicisitudes del hombre; de los proletarios con su ingenuidad y con su fuerte vitalismo, como de los burgueses con sus ritualidades vacías que sobreentienden siempre esa “patología del espíritu” que los rinden incapaces de adherir a la vida.

Junto a Umberto Eco, será uno de los pioneros en la investigación semiótica y aplicará esta nueva ciencia al lenguaje cinematográfico.


Un poco de historia

Pasolini se acerca al mundo del cine en los años cincuenta colaborando con la escenificación de algunas películas, como “Las noches de Cabiria”, de Federico Fellini y “El bello Antonio”, de Mauro Bolognini.

A comienzos de los sesentas pasa a la dirección cinematográfica con su primer largometraje, “Accattone”. Es en esta década en la que su producción es notable, cualitativa y cuantitativamente. Nos regala piezas maestras como “Mamma Roma”, “El Evangelio según Mateo”, “Edipo rey”, “Teorema” y “Medea”.

En los setentas dirige y destacan “El Decamerón”, “Los cuentos de Canterbury” y “Las mil y una noches”.

No descansaría hasta 1975, con “Salo o los 120 días de Sodoma”, el mismo año en el que es asesinado.

Como nos podemos dar cuenta, su cine tiene la característica de estar inspirado en los clásicos, en la tragedia y la novela medieval, así como en la religión.

Por siempre maestro

La exposición se presenta en el marco de la decimotercera edición del Festival de Cine de Lima, que va del 07 al 15 de agosto, y pretende dejar en claro cómo el director italiano ha contribuido, a través de su obra, a poner una huella innovadora al séptimo arte, constituyéndose en un “unicum” inimitable.

Y es que es extraordinario que alguien como él, que no dominaba el lenguaje cinematográfico, haya logrado narrar historias que parecen dar vida a otras y transmitir tan largamente las señales y los temas de su cuerpo cinematográfico a una larga lista de directores.

Su nomadismo cultural, su capacidad de mezclar todos los lenguajes, su falta de sistematicidad y su capacidad de auscultar en el alma de las minorías y de las identidades regionales hacen que la obra completa de este poeta, y su cine en particular, continúen hablándonos a través del tiempo.

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