martes, 1 de diciembre de 2009

Tras las pistas de un profesor y un amigo

Por Carolina Ciurlizza






  • ”Juan”, un testigo clave del caso.
  • Eva pidió ayuda para matar a su mamá

Los hechos narrados a continuación corresponden a un período de la vida de Eva Bracamonte Fefer, protagonista de unos de los asesinatos más misteriosos de los últimos tiempos. Una fuente que prefirió mantenerse anónima, pero que fue confirmada por esta periodista en los tiempos de estudiante de letras de Eva Bracamonte, aseguró un conjunto de datos que serán narrados a lo largo de esta crónica. Para proteger la identidad de la fuente, será llamado “Juan”.

Juan conoció a Eva en la Universidad Católica. Ambos cursaban Estudios Generales Letras cuando se hicieron amigos y llevaron juntos algunos cursos como “Filosofía Antigua y Medieval”, que dictaba el profesor Levi del Águila.
Juan define a Eva como una joven tierna, rebelde e inquieta. No le gustaba estudiar, y por eso en los dos semestres que estuvo en la universidad, reprobó la mayoría de cursos. En el Pabellón de Estudios Generales de la PUCP, Eva llamaba la atención por la forma como vestía -con shorts y polos cortados-, para Juan era muy coqueta, y se pasaba horas en la famosa rotonda, echada o sentada, conversando y riendo.

Juan mantuvo una relación sentimental con Eva, que, según cuenta él, “no pasó a mayores” por decisión de ella. Recuerda, además, que también se la asoció sentimentalmente con el profesor Levi del Águila con quien salía de la universidad para regresar a su casa, además de tener citas de vez en cuando.

En el 2005 Eva perteneció al grupo político estudiantil “El Clip”, que luego abandonó de manera abrupta y con actos rebeles. Fue en ese tiempo que entró a la universidad de noche y cortó afiches de propaganda política con un cuchillo de cocina. No importaba qué grupo fuera, Eva demostró así su repudio ante todos.

Ya suspendida por vandalismo, Eva dirigió un correo electrónico a los dos mil estudiantes de la Facultad de Generales Letras en el que justificó sus actos aduciendo lo inutil que le parecía la política. El correo fue hecho público hace unas semanas por el blog “El Morsa”.
A los pocos meses de ser expulsada, empacó maletas y se fue a Israel.


Los mensajes desde Tierra Santa


Era verano del 2006 cuando Eva, desde Israel, le dijo a su madre que se uniría al ejército hebreo -práctica muy común entre los jóvenes judíos- y que no volvería al Perú por un tiempo.

Myriam, su madre, aceptó la iniciativa de la joven, sin embargo, le pidió encarecidamente que regresara para despedirse de su familia. Para convencerla de volver -por solo unos meses- compró un boleto de avión de ida y vuelta para su hija.
Era febrero del 2006 y Juan pasaba el verano en Lima cuando recibió un email de Eva que llevaba como título una inquietante pregunta: “¿Me ayudas?”. Juan no entendió a qué se refería e hizo caso omiso al correo.

A los pocos días, Eva, aún desde Israel, le mandó otro correo electrónico en el que le decía que tenía que hablar con él y que pronto se estaría comunicando. Finalmente, la comunicación sucedió por chat y fue ahí donde Juan recibió el pedido más extraño y sórdido de su vida.

Eva, de manera fría y sin preámbulo alguno, le lanzó la siguiente pregunta: “¿Me ayudas a matar a mi mamá?”. Juan le dijo que estaba loca, que no entendía de qué estaba hablando y lo tomó como una broma sin sentido.

Un asesino en casa

El martes 26 de agosto del 2006, la madre de Eva fue asesinada. Alguien entró a la casa de los Fefer, subió al cuarto de Miryam y la estranguló; luego se llevó junto con el celular de la víctima, 200 dólares y 60 soles.

Los peritos determinaron que no fue un crimen producto de un robo; fue planeado y ejecutado casi a la perfección. Luego, investigaciones policiales determinaron que no hubo forcejeo en la puerta de entrada y que, por lo tanto, alguien de la casa -el mayordomo; el hijo menor Ariel, en esa entonces de 17 años, o Eva- habían facilitado el ingreso del asesino.

El domingo todos los programas dominicales reproducían reportajes sobre el asesinato que llamaba la atención pública por tratarse de una familia adinerada y judía. En las entrevistas los hijos se mostraban muy tranquilos y serenos como para haber perdido hacía pocos días a su madre de la manera más cruenta posible. Sin embargo, fue la actitud de Eva lo que llamó más la atención de los televidentes, y en especial de las personas allegadas a ella.

Juan, viendo un domingo por la noche a Eva narrar la historia del crimen de la manera más fría, no podía creer lo que había pasado y no quería relacionar la petición que le hizo su entrañable amiga con esta terrible noticia.

Revelaciones desde Argentina

Los años pasaron hasta que, en enero del 2009, Hugo Trujillo Ospina, un sicario colombiano preso en Argentina, le reveló a un periodista de ese país que había matado a una millonaria peruana por encargo de su hija a una tal Miriam Fefer.
Este hecho sumado a la llamada desde el teléfono de la víctima al celular de Eva y a su poca colaboración con las investigaciones policiales, además del ingreso en la historia de Liliana Castro Manarelli, pareja sentimental de Eva, sugirieron que ella era la asesina.

Miradas en un funeral

Juan reveló que dos semanas antes de que Myriam Fefer fuera asesinada, acordó salir con Eva un sábado pues todavía tenía muchas ganas de verla.
Nunca llegaron a salir; cuando Juan la llamó para pedirle explicación por haberlo dejado “plantado”, ella le dijo que había tenido que ir al aeropuerto. “¿Para que fuiste?” -le preguntó. “A recoger a un colombiano” -respondió Eva-.

Aunque ante un medio de comunicación lo haya negado, nuestra fuente también confesó que el profesor de filosofía de la Universidad Católica, Levi del Águila recibió una petición similar al mensaje que rezaba “¿Cómo puedo matar a mi mamá?”. Juan señala que Eva realizó esta petición al profesor durante una reunión social.

A pesar del apoyo de sus compañeras de estudios del Teatro de la Universidad Católica (TUC), y a la cercana relación que tuvo con Eva, Juan no puede negar lo que para él es evidente, de acuerdo a los mensajes que recibió. Por último, en el funeral de Myriam Fefer todos los amigos de Eva se miraban las caras, buscando respuestas que ya muchos tenían.

Según Juan, muchos de los que asistieron al funeral la conocían muy bien. Ese estilo frenético y arrebatado que a veces la dominaba había sembrado dudas y construido una historia enmarcada en el misterio que alimenta ahora el morbo policial y no esclarece la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario